Génesis, una joven de 24 años estudiante de psicología y emprendedora, busca las maneras de resaltar su valor como ser humano, sobreponiéndose a la discriminación de la que ha sido víctima, por ser diagnosticada desde niña con el síndrome de Moebius, el cual, le causó parálisis facial y alteraciones en los miembros inferiores del cuerpo.

Mi historia es símbolo de perseverancia y resistencia. Desde muy pequeña me diagnosticaron síndrome de Moebius, una rara enfermedad congénita que se caracteriza por una falta de expresión en el rostro, acompañada de otras afecciones neuromusculares como malformaciones en los pies y en las manos. Desafortunadamente, no a todos los niños se les diagnostica de manera correcta y se cree que este síndrome, afecta las capacidades intelectuales, haciendo difícil lidiar con muchas personas que creen que por mi condición, no puedo aprender como el resto.
Mi niñez no fue fácil. Tuve que enfrentarme a muchas dificultades, como iniciar mi vida escolar y relacionarme con niños de mi edad, sin entender mucho de lo que pasaba conmigo y porqué, era vista por los demás de una manera diferente al resto. Muchas veces fui víctima de bullying y acoso por parte de mis compañeros. Me decían cosas muy terribles que herían mi susceptibilidad y que en cierto modo, quebrantaba un poco mi autoestima. Era difícil para mí expresarme y ser escuchada. Tenía miedo de que alguien me ofendiera e hiriera.
Una anécdota que recuerdo cuando estaba en séptimo grado, fue una discusión con un compañero de clases quien en repetidas ocasiones, se burlaba de cómo soy, pero yo trataba de seguir estudiando y concentrándome en lo que para mí era importante: aprender. Así que mi atención no estaba puesta en él, hasta que un día, no estaba de ánimo y comenzó hacerme bullying continuamente. Mi paciencia se estaba agotando, no quería acostumbrarme a los malos tratos, ya estaba cansada de lo mismo y lo enfrenté. Salimos de discusión y para mi fue algo muy fuerte. Nunca había discutido con alguien. Fue tan fuerte el altercado, que tuvieron que llamar a nuestros acudientes, pero fue hasta el bachillerato que tuve que lidiar con esas situaciones tan difíciles.

Después de culminar mis estudios de bachillerato, entré a la vida universitaria. Tenía muchas expectativas de conocer personas diferentes que no me juzgaran, y que me respetaran por lo que soy. Me costó mucho adaptarme a la universidad. El ambiente era muy diferente pero por más temor que tuviese, siempre contaba con algunas personas que me alentaban a seguir. Realmente, era muy diferente la educación de bachiller a la universitaria, pero a pesar de estar en un mejor ambiente, era muy difícil al principio, porque algunos compañeros de clases me miraban mucho y de una manera diferente desde mi percepción. A veces se me hacía difícil hacer trabajos en grupo, pero eran más grandes mis ganas de salir adelante, que los miedos que surgían al estar rodeada de muchas personas.
Creo que al momento de llegar a la universidad, logré cambiar muchas cosas en mí.
Mi etapa de la niñez me había marcado un poco al no tener muchos amigos o pertenecer a un grupo, pero con el paso del tiempo fui dejando todo esquema negativo que me limitaba.